En la sala de espera

2018 fue un año un tanto complicado en algunas cosas y tuve que posponer el último control con la endo del hospital un par de veces. Total que la primera semana de enero logré (por fin) llegar al consultorio… y esta vez un poco antes que otros años llegué preparada para organizar el calendario de análisis de laboratorio, estudios adicionales, renovación de orden de farmacia para medicamentos (diabetes y otros) e insumos para la bomba, saludos de año nuevo…

En la puerta esperaban dos mujeres, aparentemente madre e hija, y credenciales en mano pasamos juntas a hacer el “check in” con la secretaria. Y me tocó ser testigo de un diálogo por demás peculiar:

– Yo soy paciente de la doctora, pero no vengo hace como dos años porque vivo afuera. Necesitaría una orden para análisis porque ya que pago el plan todos los meses tendría que aprovechar que estoy acá para usarlo…

– ¿Y por qué te atiende la doctora? ¿Tiroides?

– Si, pero ya no estoy medicada. Seguro que estoy bien. Me dio medicación para un año y no volví a tomar…

– Bueno, le aviso a la doctora cuando salga la paciente que está atendiendo ahora.

Pasaron a la sala de espera contigua y sin poder contenerme susurré (ya aprendí que en esos consultorios las paredes parecen de papel y se escucha todo): ¡te admiro la paciencia!

Firmé la planilla, pasé también a la sala de espera y saqué del bolso los papeles de trabajo con los que había planificado esperar mi turno teniendo en cuenta la demora habitual. Pero la paz duró poco (mejor dicho: claudiqué a mi curiosidad). La paciente que la doctora estaba atendiendo se retiró y con el rabillo del ojo vi que la secretaria estaba en el consultorio aparentemente explicándole la situación; un par de minutos después regresó a su escritorio con lo que asumí eran las órdenes de laboratorio que la paciente ha pedido. Cuando la secretaria la llamó, se acercó al escritorio (pared por medio) y siguió explicando a viva voz:

Me voy el miércoles que viene (hoy es miércoles)… ¿los análisis estarán?Vivo en Irlanda y me estoy resfriando más seguido… seguro necesito vitamina D porque viste que es para el sistema inmune…

Testigos involuntarios, en la sala de espera algunos cruzamos miradas y sonreímos tratando de no perder la compostura y disfrazando así la sensación de incomodidad y espanto ante la dejadez y la falta de información que observamos, responsabilidad en parte del profesional de la salud, pero principalmente del paciente.

3 comentarios en “En la sala de espera”

  1. me parece que deberìan explicar muy bien los medicos que problema tiene el paciente y como son las consecuencias de dejar un tratamiento,por lo gral por lo que he visto yo misma,te atienden en 5 minutos,sin dar explicaciones màs si el paciente ignora,lo que le pasa!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Scroll al inicio