Fin de año

Vivimos en un país en el cual la temperatura que suele acompañar las fiestas de fin de año es agobiante y no invita para nada a pasar largas horas en la cocina preparando platos colmados de calorías. Pero cuesta dejar de lado las tradiciones heredadas de Europa (que algunos tenemos más cercanas que otros) donde los días son más cortos y fríos a esta altura del año.

De a poco y a medida que la familia fue creciendo hemos logrado simplificar un poco las cosas. Igual la capacidad de la heladera nunca es suficiente, hay que comprar hielo para mantener las bebidas frías (fuera de la heladera obviamente), cuando se puede usamos platos descartables y, una vez definido el menú, repartimos los platos para que ninguno tenga que pasar demasiadas horas en la cocina.

Hay algunas cosas inamovibles: el pionono de mi madre, el vino que selecciona mi padre, el champán para el brindis que elige mi marido, la picada previa que organiza mi hermana, variedad de ensaladas y algún aderezo nuevo que se prepara especialmente para probar esa noche…

Y yo que trato de calcular los carbohidratos de cada porción para no pasarme… ¡Tarea titánica con tantas cosas ricas que suele haber!

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