Caminata nocturna

Es una tradición a la que me gusta sumarme cuando visito a mi hermana.

Para los que vivimos inviernos sin nieve, es una experiencia única. La luna y las estrellas suelen alumbrar el camino, aunque las partes que cruzan pequeñas arboledas pueden necesitar del uso de linternas. Nunca falta la compañía perruna que parece disfrutar el paseo aún más que sus dueños y alguna que otra vez me han dejado tirada en el piso con su efusividad.

Lo que me juega en contra: no tengo mucha práctica… lo hago sólo una vez al año (con suerte)… no soy lo que se puede decir una persona atlética o deportiva… siempre me he encontrado con un grupo de gente en excelente condición física… ¡y siento que tengo que esforzarme el doble para poder seguirles el ritmo!

Este año no fue la excepción, pero hago de tripas corazón, me calzo las raquetas de nieve, ruego a todos los santos que me acompañen y partimos a campo traviesa por un camino que con los años he empezado a reconocer.

Caminar con raquetas de nieve implica un esfuerzo adicional, trabajan músculos que no recordamos que tenemos y al llevar “zapatos” más grandes que nuestros pies hay que emplear toda la destreza de la que disponemos para no perder el equilibrio, por más que llevemos bastones para estabilizarnos.

En una de esas caminatas llegué a destino con una hipoglucemia realmente preocupante, totalmente empapada de sudor y sin saber realmente si era por el ejercicio o por la hipoglucemia. Empecé a comer pan tratando de compensar hasta que llegara la cena, tratando de no transmitir a los demás mi preocupación pensando en el regreso. Después de haber cenado la vuelta no debería haber sido un problema, pero llegué de nuevo al límite…

El siguiente año comí un sándwich antes de salir con la esperanza de compensar los 45 minutos de caminata y llegar a Yeu Tsale con una glucemia en valores normales… pero de todas formas llegué bajísima y al año siguiente me acobardé y decidí no participar de la caminata.

Este año no quería perderme la fondue de premio por completar el recorrido y pensé cuidadosamente la estrategia: un rato antes de salir comí media porción de torta y empecé la caminata con un valor de glucemia de 170 y la infusión basal suspendida… Y como había menos nieve que otros años el esfuerzo físico debería haber sido un poco menor… Pero 45 minutos después mi glucemia estaba en 88 con flecha indicando caída libre hacia una hipoglucemia. Esta vez no fue tan severa como las veces anteriores y lo seguiré intentando, ¡pero todavía no encuentro la fórmula!

rsz_fondue

2 comentarios en “Caminata nocturna”

  1. FELICIDADES ANA
    TU PERSEVERANCIA HABLA DE TU CARÁCTER DECIDIDO Y DE SUPERAR TUS MIEDOS.
    CREO QUE CADA PERSONA CON DIABETES EN SITUACIONES AGUDAS COMO ES UNA HIPOGLUCEMIA, NECESITA NO SOLO CÓMO SALIR DE ELLA SIN ESTAR EN PELIGRO SINO TAMBIEN NO PRODUCIRSE UNA HIPERGLUCEMIA.
    ESTO MUY POCOS LO SABEN HACER!!!
    CREO QUE QUIZA FUNCIONARIA SI DURANTE EL TRAYECTO YA SEA DE IDA O REGRESO FUERAS COMIENDO PEDACITOS DE CARBOS EN MICRORACIONES PARA IRTE ESTABILIZANDO.
    SÉ QUE ES DIFICIL PORQUE SOLO TIENES DOS MANOS, PERO TAMBIEN CON INGENIO PUEDES IR COMIENDO PAULATINAMENTE ALGO EN MICRODOSIS QUE TE MANTENGA BIEN SIN PELIGRO.
    PUDIERAS LLEVARLAS AL CUELLO O EN LA BOLSA.
    SI LO PIENSAS SÉ QUE ENCONTRARAS LA MANERA, PORQUE ESA EXPERIENCIA BIEN QUE LO AMERITA.
    SIEMPRE Y CUANDO NO TE ARRIESGUES!!!
    FELICIDADES

    1. Si, sería la mejor opción, y obviamente lo he tratado de ponerla en práctica! Pero todavía me pesa el «deber ser» y me siento culpable si demoro al resto del grupo… aunque la mayoría siempre preguntan si necesito parar y si estoy bien, el orgullo de seguirles el ritmo pesa más! Jajaja!

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