Sin palabras… porque las palabras importan (y mucho)

Hace unos días en una publicación en Instagram un profesional sanitario mostraba con orgullo una microinfusora conectada a su cuerpo y agradecía la posibilidad de probarla, después de haber probado un sensor de otra marca en su momento.

Hasta ahí todo bien. Pero debo confesar que el texto que acompañaba la publicación me dejó pensando: “Sentir también lo que ellos sienten.”

No se lo que pueden sentir otras personas con diabetes cuando ven este tipo de posteos y publicaciones en las redes (por el contexto entiendo que ese es el significado de “ellos”). Tampoco tengo muy claro lo que yo siento: ¿Incredulidad? ¿Molestia? ¿Indignación (leve, pero asoma)?

¿Sentir o no sentir?

Una persona que no tiene diabetes puede pincharse los dedos un par de veces con distintos lanceteros para saber lo que se siente un pinchazo, pero no lo tiene que hacer entre 5 y 10 veces cada día, todos los días, semana tras semana, mes tras mes, año tras año, para poder gestionar su diabetes.

Una persona que no tiene diabetes puede usar un sensor un par de semanas o meses para entender cómo funciona la mecánica de su aplicación y el funcionamiento de la aplicación asociada al sensor. Puede hacer una o varias descargas de datos para analizar esas gráficas y poder sacarles el jugo junto con sus pacientes después. Pero no tiene que hacerlo para poder tomar decisiones que afectan su aquí y ahora, al mismo tiempo que su posibilidad de salud y calidad de vida a futuro.

Una persona que no tiene diabetes puede usar una microinfusora unos días o semanas y encontrar los sitios donde la inserción duele un poco menos en SU cuerpo, pero no ve esas pequeñas cicatrices que van quedando semana tras semana, mes tras mes, año tras año y que, aunque no son gran molestia, son un continuo recordatorio que seguimos vivos gracias a esa tecnología, a la insulina y a la educación en diabetes que hemos recibido. Todas cosas que a tantos otros aún les falta.

Empatía

Una persona que no tiene diabetes no podrá sentir, y seguramente tampoco entender, el impacto emocional que tiene el númeroque aparece en la pantalla de la bomba o que nos escupe el lector del sensor o el glucómetro tras una medición capilar, o la hiper por un error humano o técnico, o la hipo que no podemos explicar y que hace que la alarma del sensor no deje de chillar.Esa persona no tendrá necesidad de tomar ninguna decisión en base a ese número (repetido varias veces cada día, todos los días, semana tras semana, mes tras mes, año tras año). Y tampoco tendrá que gestionar, con mayor o menor éxito, las emociones que ese número en pantalla puede desencadenar: sorpresa, alivio, enojo, frustración, rabia, temor, pánico, estupor, indiferencia, indignación, incredulidad, incordio, alegría, y tantas más…

Ponernos en el lugar de otros nunca deja de ser un juego de aproximación. Podemos imaginarnos cómo siente o lo que vive en base a nuestras propias experiencias personales. Pero nunca podemos sentir lo mismo. En esta formidable comunidad azul tengo amigas que se han unido en forma obligada tras el diagnóstico de sus hijos. Yo tengo diabetes igual que sus hijos. Yo también tengo hijos igual que ellas. Pero nunca, nunca voy a sentir lo mismo que sienten ellas frente a la diabetes de sus hijos. Puedo imaginarlo. Puedo entenderlo. Pero no siento lo mismo. Y eso está bien. Esto no nos hace más o menos empáticos. Eso es harina de otro costal y haríamos bien en no confundir los tantos.

Comparaciones odiosas… pero obligadas

Hace poco un querido amigo comparó el uso de dispositivos por personas que NO tienen diabetes con su uso por personas que SI tienen diabetes con algo tan simple como montar en bicicleta. El primer grupo da un paseo por los senderos de un parque o un terreno llano y sin grandes dificultades. Los del segundo grupo participan del Tour de France recorriendo largos kilómetros por carreteras de todo tipo, trepando empinadas cuestas y  coronando puertos de montaña para luego pedalear en bajada a más de 100 km/h, atentos siempre al estado de la carretera y tratando de mantener su posición sin desbarrancarse y sin cometer (muchos) errores.

Y lo hacemos todos los días, semana tras semana, mes tras mes, año tras año…

2 comentarios en “Sin palabras… porque las palabras importan (y mucho)”

  1. Es increíble ver a personas que no tienen diabetes usar los dispositivos para regular su glucosa porque ahora algunos «influencers» lo pusieron de moda. Lo toman con tal banalidad que indigna y molesta. Gracias por compartir tu impresión. Saludos!

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