Las palabras son importantes

Las palabras son uno de los vehículos que usamos para transmitir un mensaje, y tal vez uno de los más importantes. Las palabras tienen un significado objetivo al designar objetos, personas, situaciones, emociones, etc., el que es igual para todos y se puede encontrar en el diccionario. También tienen un significado subjetivo que se refleja en los sentimientos y emociones que evocan cuando las elegimos para decir algo. Tanto en nosotros como en quien nos lee o escucha. Sin embargo, al ser subjetivo, este significado no siempre es compartido por todas las personas de igual modo y puede variar enormemente entre culturas, aun cuando hablemos el mismo idioma.

¿A qué voy con todo esto?

Sin seguir trepando por ramas lingüísticas o filosóficas, podemos ceñirnos a nuestro pequeño mundo de la diabetes y esta corriente actual de #languagematters o #laspalabrassonimportantes. La diferenciación o distinción que se hace entre “diabético” y “persona con diabetes” está en el centro de esta discusión y, aunque hay situaciones o momentos en los que probablemente sea irrelevante para la gran mayoría de nosotros, es muy cierto que hay una gran diferencia entre “ser” y “tener”. En lo personal, adhiero a la postura de que somos personas con diabetes ya que la diabetes es sólo una parte de lo que somos y no nuestro todo.

Mirando lo que pasa del otro lado del mostrador y escuchando hablar a distintos profesionales médicos de distintos países y en distintas circunstancias, nos damos cuenta que las palabras también son importantes, y mucho, en el diálogo entre un médico y sus pacientes, independientemente de la edad que tengan (ambos o cualquiera).

Seguramente todos hemos tenido alguna experiencia similar

Cada profesión tiene su propia jerga y la medicina no es la excepción. Con demasiada frecuencia las explicaciones del médico apabullan por la poca familiaridad que se tiene con el lenguaje que utilizan, en ocasiones a propósito, quedando el paciente a merced del ego del profesional o los intereses económicos que puedan presionar su actuación. Recuerdo bien una tarde en la que mi hija de poco más de dos años en ese entonces se había apretado un dedo con una puerta y, temiendo la posibilidad de una fractura, marché a un centro de asistencia traumatológica a pocas cuadras de casa para que le hicieran una radiografía. Llegado el momento se acercó un médico y me dijo que tenían que enyesarle la mano y, aunque asumí que había fractura, de todas formas decidí ratificarlo. La respuesta fue que no había fractura, pero que la niña había sufrido traumatismo severo de falange media. Hasta donde yo sabía ninguna de esas palabras significaba que tenía un hueso roto, simplemente que se había dado flor de golpe (y no acepté el tratamiento propuesto ni el costo asociado).

Un médico puede saber mucho y ser un experto en su especialidad, pero en su trato e interacción con los pacientes es importante que pueda explicar con palabras que su paciente o sus padres (o sus hijos) puedan entender porque de eso depende el éxito del tratamiento que se propone. Si un médico usa lenguaje extremadamente técnico tal vez cree que eso hace que el paciente le respete más porque demuestra sus conocimientos, pero es muy probable que no termine de entender lo que tiene que hacer o cómo lo tiene que hacer y el resultado puede ser un paciente no adherente.

Por otra parte, el médico también tiene un rol de educador, especialmente en el caso de una enfermedad crónica como la diabetes, ya que forma al paciente en las herramientas propias de la gestión de la enfermedad (uso de insulinas, mediciones capilares, interpretación de la información que brindan los sensores, etc.) para permitirle autogestionar su diabetes y enriquecer y mejorar esta habilidad incorporando e interpretando correctamente información de otras fuentes. Parte de este proceso educativo es el incorporar el lenguaje propio de esta enfermedad, evitando el uso de palabras hiper técnicas, pero también evitando simplificar en exceso usando, por ejemplo, términos como “el azúcar” (o “la azúcar”) por glucosa o carbohidratos (y lo he escuchado en forma indistinta de distintos profesionales de la salud).

La clave es la comunicación efectiva y afectiva

Conozco muchos médicos que son excelentes profesionales… desde los conocimientos y lo que podríamos llamar aspectos “técnicos”. Pero conozco pocos que sepan comunicarse en forma efectiva y afectiva, adecuando el mensaje a la persona que tienen delante. La formación de un médico debería incluir “comunicación con los pacientes” o algo similar y no dejar que esta habilidad se aprenda por observación, si tienen suerte, o con la experiencia, si los pacientes la tienen.

Yo le doy las gracias a mis médicos y a mis amigos y amigas médicos que saben guiarme, orientarme y acompañarme en este andar con diabetes.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Scroll al inicio