Creo que a nadie le gusta ir al dentista. Es quizás uno de los controles médicos que más fácilmente posponemos y que como regla general tratamos de evitar…
Tal vez se debe a que soy de una de las tantas generaciones que ya desde chiquitos detestábamos ir al dentista: ese torno maldito sonaba tan fuerte que aún en la sala de espera parecía que lo teníamos trabajando en nuestra boca. Y también era casi seguro que lo que nos hicieran nos iba a doler… o por lo menos es lo que sentimos muchos de los que ya hemos cumplido más de…
Pero la visita al dentista es uno de los “controles médicos” que tenemos que tratar de mantener religiosamente para evitar males mayores. Como mínimo una vez al año, pero frecuentemente 2 o 3, es necesario que nos hagan una revisación bucal “en serio” para poder arreglar lo que haga falta antes que no tenga más remedio y perdamos la pieza dental (que después puede traer otros problemas que es preferible evitar siempre que se pueda).
Tener una boca saludable es fundamental para poder alimentarnos bien y de esa forma controlar y manejar mejor la diabetes.
Si nos duele una muela empezamos a limitar lo que comemos tanto en variedad como en cantidad. Y peor aún, si se nos infecta, al dolor que no nos permite comer bien se le suma la infección que hace que la glucemia suba y se vuelva ingobernable… ¡y sumamos también el mal humor que resulta de tener hambre, sentir dolor y no poder manejar la glucemia!
Confieso que en general he tenido suerte y al margen de las típicas caries de la infancia y la ortodoncia en la adolescencia, la boca me ha tratado bastante bien… hasta que hace unas semanas una muela decidió que ya había trabajado demasiado y se partió en dos: conducto, perno y corona, varios turnos en la silla bajo la luz maldita que se suma a la «tortura» de la visita, molestias intermitentes hasta terminar el tratamiento y agradecer de rodillas al resto de la boca por el poco trabajo que me da…
A veces recostada en la silla, con la boca abierta y los ojos entrecerrados, también doy las gracias: menos mal que hay gente que se dedica a esto porque yo realmente no entiendo cómo les puede gustar estar todo el día escarbando en bocas ajenas…
Así es Ana! !!! Mejor explicado imposible