De casamiento

La bomba de infusión ya se siente casi como una parte mía, me he acostumbrado a sentir su peso en la cintura, y después de haber usado el sensor Dexcom más de 2 años este nuevo sensor no se siente realmente nuevo.

El sábado tenemos un casamiento y decido usar un vestido que ya había adaptado para el Dexcom. El receptor y la bomba tienen tamaños similares (aunque el receptor es más delgado), el bolsillo escondido en el escote del vestido se adapta perfectamente al nuevo inquilino y sólo hay que hacerle un pequeño ajuste: necesita un ojal en el fondo para pasar el tubo y poder conectarlo a mi cuerpo. ¡Mucho más fácil de hacer que armar y coser el bolsillo en su momento!

En función de los horarios, decido que me voy a medir (y calibrar el sensor) después de la ceremonia y antes de entrar a la fiesta. El estuche del glucómetro quedará en el auto y como no tengo que llevar la lapicera de insulina esta vez tengo un poquito más de lugar en la cartera (agrego otra barrita por las dudas).

Llegamos al salón y aprovecho que todavía todo está bastante tranquilo para buscar a la persona encargada del catering. Aun cuando sea el casamiento de alguien cercano que seguramente ha recordado que soy vegetariana, trato de averiguar de antemano qué se va a servir y el horario estimado para poder regular lo que como (o no) durante la recepción antes de pasar al salón principal.

Con toda la información paso revista a la comida, chequeo mi glucemia (vía lectura del sensor), me aplico insulina y me pongo en la fila para servirme un poco de queso, unas verduritas, una mini porción de tarta de champignon y una copa de vino. ¡A disfrutar la velada!

Llega el momento de pasar al salón y vuelvo a chequear mi glucemia. ¡Todo marcha sobre ruedas!

Cena, baile, varias copas de agua y alguna otra de vino, mucha charla y va pasando la noche…

Cuando llegamos a casa me mido para estar segura y me meto a la cama satisfecha con el resultado. ¡Mi glucemia está en valores normales!