Contar con tecnología moderna es una gran herramienta para el manejo de la diabetes. Conocer el valor de glucemia, calcular carbohidratos y poder aplicar la dosis correcta de insulina es invaluable en el esfuerzo cotidiano para mantener los valores dentro del rango aconsejado.
La primera herramienta, y la más común hoy en día, es el glucómetro y las tiras. Fácil y sencillo. En pocos segundos hacemos la prueba y podemos decidir el siguiente paso.
El monitor continuo de glucosa es un GPS: nos dice dónde estamos en ese momento y hacia dónde nos dirigimos. Si la glucemia está subiendo podemos aplicar un poco de insulina adicional o emprender una enérgica caminata para contrarrestar la subida. Si la glucemia está todavía en un nivel normal, pero va en picada, comemos algo para nivelarla y seguimos nuestro camino.
La bomba de infusión con sensor incorporado va un paso más allá y la lectura del gráfico en pantalla nos permite corregir una glucemia en alza con pequeñas dosis de insulina para evitar que siga subiendo. También podemos interrumpir la infusión si los valores de glucemia están bajando, y el infusor lo hace por su cuenta si estamos en caída libre y cruzamos determinado umbral.
Si somos cuidadosos y cumplimos con las pautas de calibración, la mayor parte del tiempo el sistema funciona sobre ruedas, nuestra vida cotidiana sufre mínimas interrupciones e intrusiones de la amiga Diabetes y la rutina cotidiana transcurre sin mayores sobresaltos (por lo menos en lo que a la diabetes se refiere).
El problema se plantea en esas esporádicas ocasiones en que el sistema falla o se descontrola y deja de responder a la realidad. Anoche me fui a la cama con valores normales, pero a eso de las 3 de la mañana me despertó la alarma chillando que estaba baja… Cometí el error de creerle y comí una barrita, obviamente semi dormida y sin medirme con el glucómetro (grave error). Al rato volvió a sonar la alarma (la pucha que no quiere subir), y reforcé con una pastilla de glucosa… A esa altura, y con 12 gramos de carbohidratos que para mí suele ser más que suficiente, la hipo debería haberse revertido pero el sensor insistía con que estaba baja y por la suya decidió cortar la infusión de insulina.
Todo este proceso está envuelto en una nebulosa porque nunca llegué a despertarme del todo… Cuando sonó el despertador a las 6 de la mañana tomé consciencia que la infusión estaba suspendida: me medí para calibrar y, ¡Oh! ¡Sorpresa! ¡El glucómetro marcaba 224!