En mi caso particular, hay tres situaciones que disparan una sobrecorreción a partir de una hipoglucemia:
1) Ansiedad
2) Miedo (susto o pánico dependiendo de la severidad)
3) Preocupación en los que me rodean o asisten
En teoría debería ser suficiente con medio vaso de jugo, o 1 barrita Torroncino, o medio vaso de gaseosa, o un par de caramelos… Y paciencia para esperar 15 minutos a que haga efecto.
Cumplir la espera de los 15 minutos requiere haber mirado la hora y saber el momento en que inicié el “tratamiento”. Y cuando estoy confundida por el estado hipoglucémico no lo sé a ciencia cierta… Es fácil ponerme ansiosa y sentir que el tiempo no pasa y que sigo igual. Conclusión: otro vaso de jugo o una barrita más, o simplemente lo que encuentro en la heladera.
Otras veces, y con mayor frecuencia si es a la hora de acostarme o durante la noche, me da miedo que la hipo persista y que si estoy profundamente dormida pueda no darme cuenta (o no escuchar las alarmas). Dependiendo de factores como la hora y el grado de severidad, un sentimiento rayano en el pánico puede obligarme a visitar la cocina a picotear algo más (una tostada con manteca, un par de galletitas, una banana…).
Hasta acá lo que prevalece es mi propia debilidad y/o falta de voluntad. Pero la tercera situación es la que me resulta más difícil de manejar. Lo que veo reflejado en el rostro de mis hijos, mis padres, mi marido o mis amigos cuando me preguntan cada 15 segundos si me siento bien me genera algo parecido a la culpa… ¿Es justo que yo les ocasione esta preocupación? Objetivamente sé que no tengo control absoluto sobre mi cuerpo y que no siempre puedo evitar estas situaciones… Pero termino comiendo de más para que se queden tranquilos.