Una de las preguntas cuando el médico me indicó inyectarme insulina de acción rápida con las comidas fue: ¿cuándo lo hago?
La respuesta fue simple: 10 o 15 minutos antes de comer.
Pero la respuesta no era tan simple. Y pasó mucho tiempo hasta que conocí al Dr. AP y él se tomó el trabajo y el tiempo de explicarme cómo funcionaba la dinámica de la ingesta y la insulina.
Yo tenía la fantasía de que la insulina funcionaba en forma automática, como si fuera un interruptor que prende la luz o una canilla que simplemente se abre y sale agua.
¡Si las fantasías fueran realidad!
Me tomó tiempo incorporar la siempre cambiante ecuación entre el valor de glucemia previo a las comidas y el momento óptimo para inyectarme insulina para obtener mejores resultados. Al cálculo de la cantidad de unidades que correspondían a lo que iba a comer había que sumarle el tiempo que tenía que esperar entre la aplicación (léase inyección) y empezar a comer (10, 15, 20 minutos, ¡o más si estaba muy alta y había que sumar unidades de corrección!).
A veces parece mucho trabajo, especialmente esos días que por distintos motivos que nada tienen que ver con la diabetes son más complicados que otros… Suena el teléfono… Falta contestar un mail… Recordatorio: hay que pagar la luz… Mamá, ¿dónde quedó mi buzo azul? Y cuando me quiero acordar la cena terminó de cocinarse, yo todavía no me medí y se hace tarde…
Cuando estoy en casa la situación generalmente es manejable, pero comer afuera, además de lograr que nos den una descripción completa de lo que lleva el plato, suma otros interrogantes: ¿Cuánto demorará lo que pedí? ¿Cuáles son realmente las proporciones de los ingredientes? ¿Habrá algún ingrediente secreto o sorpresa?
En forma aislada no es complejo ni difícil de cumplir. Pero es “algo” más que ocupa espacio, que requiere atención, que hay que tratar de hacer lo mejor posible. Y que hay que hacer todos los días, varias veces por día. Pero los resultados realmente lo valen.
