No entiendo a la gente que hace recortes en la medicación indicada por el médico sin hacer una consulta previa o una interconsulta si tienen dudas respecto de la necesidad real de la medicación o la dosis.
Tal vez es mi interpretación, pero con frecuencia el mensaje que escucho es: “Si no tomo el medicamento, no estoy enfermo” o “Nadie sabe más que yo sobre mi cuerpo” o “El médico se equivoca, yo no necesito esto”.
Parece irracional, pero debe ser un mecanismo usual. Si nada duele y la enfermedad o condición médica no se exterioriza en forma visible y evidente, es bastante fácil ignorar que existe, y el resultado puede ser devastador…
Creo que a nadie le gusta estar enfermo. Creo que a nadie le gusta tener que estar tomando remedios en horarios rígidos e inamovibles. A mí no me gusta y tampoco me gusta sentir que tengo que dar explicaciones.
Si una canilla pierde, cambiamos el cuerito. Si una lamparita se quema, la cambiamos. Si las pastillas de freno están gastadas, se cambian. Si algo no funciona o está roto, no lo pensamos mucho y lo arreglamos o lo cambiamos. ¿Pero qué pasa cuando lo que no funciona del todo bien es nuestro cuerpo? ¿Hacemos las cosas a medias (es decir: ¿lo atamos con alambre?)? ¿Lo ignoramos esperando que “se pase”?
Más vale prevenir que curar, ¿no?
La diabetes no nos deja muchas alternativas. Nuestro cuerpo, y más precisamente nuestro páncreas, se ha declarado en huelga y no hay conciliación obligatoria que lo ponga en marcha de nuevo.
Dependemos de la medicación para sobrevivir y llevar una vida lo más plena posible. ¿Tiene sentido inyectarnos una dosis menor de insulina para obligar al cuerpo a responder? Creo que no, pero lo he escuchado…