42…
Ningún síntoma, pero el aparatito (maldito) no miente: 42.
Abro el cajón de la mesita de luz, saco una barrita y empiezo a masticar.
‒ ¿Estás baja?
‒ Si. Estoy en 42 (o estaba hace 5 minutos).
‒ Mejor te tomás un vaso de jugo…
Tal vez mi marido tiene razón. Si estoy tan baja la barrita puede no ser suficiente. Abro la heladera y me sirvo un vaso de jugo. Vuelvo a abrir la heladera y saco la porción de tarta que sobró. Y también me la como.
‒ ¿Te sentís mejor?
‒ Si (en realidad nunca me sentí “mal”, pero siento que no tiene sentido explicar tanto).
Leo un rato mientras mi marido mira una de sus películas de acción en la tele y empiezo a sentirme cansada. Muy cansada. En realidad me siento como si un camión me hubiera pasado con encima. Un camión con acoplado.
Creo que en cualquier momento me quedo dormida. Mejor me mido antes para estar segura… ¿Qué ca…? ¡227!
¿Por qué cuánto más abajo estoy, más arriba trepa? ¿Será una ley de la física? ¿Será una reacción química? ¿Será una cuestión metafísica? ¿Astrológica?
La respuesta es más sencilla: simplemente corregí de más y tengo que tratar de ser más cuidadosa pero…