El Camino de Santiago es una peregrinación católica que, junto con Jerusalén y Roma, se convirtió en una de las grandes peregrinaciones de la cristiandad medieval. En la actualidad el camino es recorrido por caminantes y andadores de todo el mundo que, a pie, en bicicleta o a caballo, emprenden una experiencia que entremezcla la antigua devoción religiosa con la aventura, el conocimiento personal, y el disfrute de la naturaleza y la cultura.
El camino es un proceso. O por lo menos es lo que yo sentí.
El primer día había amanecido nublado y con amenaza de lluvia inminente, lo que podría haberse tomado como un augurio de los días por venir, pero se respiraba un clima de alegría y entusiasmo, engalanados con nuestras cintas de la virgen del Pilar (un color distinto por asociación) y felices por empezar.
Los siguientes días estaríamos divididos en distintos alojamientos, pero esa primera mañana todos juntos compartimos el desayuno entre animadas charlas, retiramos la bolsa del picnic, cargamos nuestras cosas y partimos hacia el punto de reunión para la foto inaugural y el comienzo oficial: Plaza de la Catedral de San Fernando, Tui…
Al principio se sentía un poco como estar de regreso en el colegio, todos formados en el patio y escuchando a los directivos que nos daban instrucciones, pero nuestra seguridad y la de los demás dependía de ello: nos esperaba un día con tramos de carretera en los que tendríamos que llevar el chaleco refractario, marchar en fila india cuando nos lo indicaran, no separarnos del grupo, etc.
Tenían mucha razón en todo y el grupo de a poco empezó a tomar forma, compartiendo conversaciones, intentando conocernos un poco más, encontrando nuestro ritmo individual y grupal…
Al final del día la realidad me pegó fuerte y sin saber cómo, en un momento iba disfrutando la charla con Esperanza y al siguiente me encontré tirada en el piso… Por suerte fueron sólo algunos magullones y un esguince de tobillo que, aunque molesto, no era incapacitante. Pero la mañana siguiente fue mucho más dura cuando Pilar tropezó al final de la escalera y se fracturó un tobillo… Su partida nos dejó con un agujero imposible de llenar y que será una mancha oscura en recuerdo del camino. Entrenamos y nos embarcamos en esta aventura confiados en que íbamos a llegar a buen puerto, sorteando en equipo los obstáculos que nos salieran al encuentro y, por lo menos yo, no iba equipada emocionalmente para un revés de este tipo y tomé conciencia de lo barata que la había sacado la tarde anterior (y que además la microinfusora iba del lado que no dio de lleno contra el asfalto).
Poco a poco y con el transcurso de los días recuperamos el espíritu del camino y todo empezó a fluir hasta que terminamos riéndonos de cuanta tontera se nos cruzaba por delante… Algo que se redescubre en estas oportunidades es lo fabuloso que se siente poder dejar de ser un adulto responsable por unas horas y simplemente dedicarse a pasarla bien, esta vez transitando los viejos caminos romanos y senderos bordeados de frondosa vegetación de Galicia.
La que no podía faltar era la lluvia, que se convirtió en una más del equipo y nos acompañó casi todo el recorrido, tomándose breves descansos sólo un par de días. En general fue bastante piadosa, aunque un par de veces caló hasta los huesos y en alguna que otra ocasión nos obligó a buscar refugio improvisado… Pero íbamos bien equipados, un poco de lluvia no iba a aguar nuestro entusiasmo, ¡y sabíamos que pocas horas después podríamos darnos una ducha caliente y ponernos ropa seca!
Fotos: Fundación para la Diabetes
ANA
CON LO QUE CUENTAS DE TU TROPEZÓN Y DE LA FRACTURA DE ESPERANZA, ES COMO SE PERCIBE CON QUE FACILIDAD IMPREVISTA UNA SITUACIÓN COTIDIANA SE PUEDE CONVERTIR EN ALGO DOLOROSO Y SORPRESIVO.
ASÍ ES LA VIDA, PERO LA VIDA CON DIABETES NOS PRESENTA ESE TIPO DE CONTRATIEMPOS MUCHO MÁS A MENUDO.
ME ENCANTÓ EL QUE LA LLUVIA FUERA SU COMPAÑERA POR MUCHO TIEMPO.
ESPERO CON MUCHOS DETALLES ESE INICIO.