Es lo que muchos solemos pensar cuando nos pasa algo tonto y totalmente evitable… ¡Cómo podemos ser tan torpes! Tal vez lo que más bronca da es el trabajo y tiempo extra para compensar o arreglar el entuerto…
Saliendo de la clínica con mi madre recién operada de catarata ella quería ir a tomar un café con medialunas porque el ayuno ya se hacía sentir. Había un cafecito lindo en la otra cuadra y le digo: “Agarrame del brazo por las dudas. No sea que te tropieces o choques con algo.”
¡Dicho y hecho! Pero la que metió el pie en el pozo fui yo. Si mi madre no me agarra termino desparramada en la vereda.
‒ ¡Vamos a la guardia a que te vean!
¡Lo único que faltaba!
‒ No hace falta, sólo me torcí un poco el tobillo. Ya se me va a pasar.
Nos sentamos a tomar el café, pero el pie me dolía cada vez más. La acompañé a su casa y volví a mi escritorio a seguir trabajando. Como no era la primera vez con un esguince de tobillo (siempre por torpeza), seguí la rutina indicada por el médico de guardia en ocasiones anteriores.
No era nada grave, obviamente. Pero muy molesto. Y me obligó a suspender mis caminatas unos cuantos días. Hasta acá todo bien, ¿no? Un rato más en la cama a la mañana o tal vez aprovechar para hacer cosas pendientes.
Pero suspender el ejercicio diario tiene como consecuencia directa tener que estar un poco más pendiente de los niveles de glucemia, tal vez aumentar levemente la cantidad de insulina basal, tratar de comer un poco menos… y asegurarse que cualquier medicación que nos hayan indicado sea compatible con nuestra diabetes.
Pasaron los días y el dolor seguía ahí. Pero lo ignoré todo lo que pude porque eran semanas complicadas y realmente sentía que no tenía tiempo para perder 3 horas entre la guardia y radiología, y de nuevo a la guardia para que me dijeran que era un esguince y que tenía que hacer reposo y esperar. Eso es lo que creía yo pero eventualmente se presentó un hueco y decidí que era mejor irme de una corrida para hacer la consulta por las dudas (caminando despacito). Resultado: el “esguince” en realidad había sido una fractura y ya había empezado a soldar…
En definitiva, trabajo extra para compensar o corregir la torpeza de no mirar por donde se camina…