El insomnio se define como la dificultad para dormir lo necesario sin interrupción; esto significa que si una persona tarda en conciliar el sueño o se despierta varias veces durante la noche o la madrugada, padece de insomnio.
Dormir una cantidad mínima de horas cada noche en forma ininterrumpida contribuye a lograr un buen manejo de la diabetes. Dormir poco hace que se eleven los niveles de cortisol y de hormona del crecimiento, y ambas hormonas antagonizan los efectos de la insulina. Además, cuando se duerme poco se tienen niveles más elevados de ciertas sustancias que aumentan la resistencia a la insulina. La posibilidad de padecer diabetes es dos veces mayor en personas que duermen menos de 6 horas.
Dormir poco predispone a padecer diabetes, pero las personas con diabetes tienen predisposición a padecer trastornos del sueño. (¿El huevo o la gallina?)
Entonces, ¡manos a la obra! Hay que establecer y mantener una rutina del sueño. No parece muy difícil lograr.
Pero cuando me engancho con una película o un buen libro, pasa medianoche y sigo sin dormir… ¡Estoy disfrutando tanto! A la mañana suena el despertador y muchas veces me arrepiento de la trasnochada y prometo no volver a hacerlo… ¡Hasta la próxima vez!
Pero también hay noches en las que conciliar el sueño parece imposible: ¿y si hago una hipo y no me despierto? ¿En cuánto estoy ahora? ¿Está subiendo o bajando? Mejor me mido… Mejor como algo más por las dudas…
Ese miedo a no despertar, especialmente esas noches en las que mi marido está de viaje, hace que se me haga muy difícil conciliar el sueño. ¡Y ni qué decir de las veces que me despierto sobresaltada y manoteo el glucómetro! Obviamente a la mañana siguiente mi glucosa está alta y me siento muy cansada y de mal humor. ¿La solución? Todavía es trabajo en progreso…