En mi familia no hay ningún antecedente de diabetes (ni 1 ni 2). ¡Soy una pionera!
¿Y mis hijos? Yo los tuve antes de mi diagnóstico. Podían heredar mi miopía o la visión impecable de mi marido, mi buena dentadura o la fulera del padre, pero la diabetes nunca se me cruzó por la cabeza.
Antes se creía que la diabetes se heredaba. Lo poco que registro de mi infancia y adolescencia en relación con este tema es que eso era una verdad absoluta. Los hijos o nietos de personas con diabetes tenían diabetes.
Se suponía que las mujeres con diabetes no debían tener hijos por el riesgo para su salud y la del bebé, y ni hablar si había complicaciones (de la diabetes). El cine lo ha plasmado en repetidas ocasiones, marcando el estereotipo y alimentando prejuicios (“Magnolias de Acero” con Julia Roberts, 1989, o su remake de 2012 con Queen Latifah).
La medicina avanza, por suerte, y algunos paradigmas se van modificando. En la película argentina de 1998 “Punto de equilibrio” se menciona el factor hereditario, tanto en el caso de Diabetes 1 como en el de Diabetes 2.
Pero no avanza a la velocidad que a muchos nos gustaría. Con todo nuevo adelanto se plantean nuevos interrogantes y hoy en día la información disponible, o a la que tenemos acceso, sigue siendo contradictoria. En base a las publicaciones existentes, el tipo 2 tendría un mayor componente genético que el tipo 1 (Sinc; Medicina 21), pero en ambos casos el medio ambiente es un factor relevante (American Diabetes Association;Fundación Argentina Diabetes).
La ventaja que tienen los hijos sobre los padres es que conocen de cerca de qué se trata. Cuando el diagnóstico llega en la edad adulta, también acompañan y participan en este aprendizaje y, en estos casos, si les toca van a tener muchas más herramientas que nosotros…