Hacía días que me estaba rondando la idea de probar una receta distinta de barritas de granola y tenía ganas de experimentar un poco con las posibles alternativas para no usar miel. Así fue como con un par de horas libres después de entregar un trabajo decidí volver caminando a casa, con la lista de ingredientes en la cartera para tratar de comprar lo que faltaba.
La lista de posibles alternativas incluía eritritol (sólo por mayor), miel de agave, mantequilla de maní, sucralosa y fructosa. Mi idea era probar concentraciones y texturas para que después mis conejillos de indias (también conocidos como “mi familia”) me ayudaran a decidir cuál ofrecía el mejor sabor (con la menor cantidad posible de carbohidratos e índice glucémico más bajo). Esos días mi cocina se convierte en un rústico laboratorio en el que voy combinando elementos, tomando notas y descartando una buena parte porque resulta totalmente incomible (¡hay cosas a las que ni las hormigas se acercarían!).
Y con ese objetivo en mente abro la puerta y entro a la… ¿quinta? dietética de la tarde…
– ¿Miel o jarabe de agave?
– No lo trabajamos… seguro lo consigue donde venden cosas mexicanas porque se usa para hacer tequila…
(Claro…)
– ¿Sucralosa?
Y aparece un edulcorante en sobrecitos al tiempo que me informa: este es el que consumo yo por indicación de mi nutricionista.
Mientras estudio el envase la conversación obligadamente empieza a girar en torno a la diabetes…
Veo un par de frascos de mantequilla de maní y empiezo a leer los rótulos de información nutricional mientras la señora amablemente intenta iluminarme explicando que no se puede comer nada de azúcar… y empezaron a asomar los preconceptos: la mantequilla de maní estaba prohibidísima porque era dulce y era mejor la pasta de sésamo que estaba al lado en el estante…
Leo los rótulos, pongo los frascos sobre el mostrador e intento contarle lo que leo: 20 g de mantequilla de maní tienen 3,9 g de carbohidratos y 20 g de pasta de sésamo tienen 4,2 g de carbohidratos. En lo que hace a la glucemia, es indistinto si uso una cosa u otra, y comento que el sabor puede ser algo engañoso.
Uno pensaría que siendo la dueña de una dietética estaría mejor informada sobre las propiedades nutricionales de los alimentos, pero no era así. Tal vez mi forma de encarar la conversación no fue muy delicada, pero cuando intenté ampliar algunos conceptos, la respuesta fue terminante: cada diabético es distinto.
En vano intenté explicar que, aunque la respuesta individual puede variar un poco, todos respondemos de manera parecida: medio vaso de jugo subirá la glucemia en 30 o en 40 o en 50, pero en ningún caso la va a subir 300 o 0.
No hubo caso y acepté que era hora de dar por terminada la conversación. Pagué mi compra y me dirigí a la puerta, sin animarme a decirle que el edulcorante que le había recomendado la nutricionista tenía azúcar (70% de sacarosa) porque no me iba a creer…
CLARA COMO SIEMPRE. GRACIAS!!!
Un gran informe con toque de humor y seriedad a la vez.Toda la razón. Por ser una dietetica no significa que puedan darnos respuestas ni mucho menos comprar sin asesorarnos . Pero no todos tenemos esa gran capacidad manifiesta en tu accionar. Excelente post! !!!
hola, donde conseguís el eritritol?