Probablemente sea parte de la naturaleza humana idealizar y elevar a alturas inimaginables a ciertas personas, o categorías o clases de personas: no importa lo que hagan, a nuestros ojos no tienen fallas de ningún tipo, no se equivocan nunca, sus conocimientos son universales… en definitiva: si no son Dioses se le aproximan bastante.
En esta categoría suelen estar los médicos, independientemente de su especialidad, formación, antecedentes, calidad profesional o humana: lo que sale de su boca es palabra divina e incuestionable.
Es muy fácil olvidarse y pasar por alto que son personas de carne y hueso, con sus experiencias y dolores a cuestas, con sus días buenos y sus días malos como todos los demás.
También sucede que la mayoría de nuestros contactos con los médicos son en momentos en que estamos en una situación vulnerable, y muchas veces muy asustados y preocupados. Aceptamos ciegamente todo lo que nos dicen y tenemos fe dogmática en sus conocimientos y experiencia… hasta que por algún desafortunado motivo descubrimos que en realidad no son Dioses del Olimpo, todopoderosos e infalibles.
Son simplemente personas que han elegido seguir la profesión médica. Podrían haber sido abogados, ingenieros, mecánicos, sacerdotes o electricistas. Como en cualquier otra profesión, los hay de todo tipo. El título o diploma de médico no los convierte automáticamente en dioses o superhéroes. Se pueden equivocar, y de hecho lo hacen, igual que cualquiera…
Hubo una época en que los conocimientos de la medicina eran limitados y una persona podía abarcarlos todos. Pero actualmente la medicina y la ciencia avanzan a una velocidad tal que en muy poco tiempo los conocimientos de un profesional pueden quedar desactualizados, con el riesgo de seguir indicando tratamientos que han quedado obsoletos… Y cuando se suma falta de humildad y omnipotencia, esto puede tener consecuencias nefastas.
Como pacientes tenemos derecho a recibir buena atención y buen trato de parte de nuestros doctores. Tenemos derecho a exigir que nos expliquen con todos los detalles lo que necesitamos saber para cuidarnos mejor. Y el médico tiene la obligación de fundamentar sus decisiones.
Si nosotros no ocupamos el lugar que nos corresponde como pacientes y no exigimos que el médico ocupe el suyo con responsabilidad y seriedad, los Dioses del Olimpo pueden convertirse en Dictadores que exigen obediencia y mansedumbre sin lograr cooperación sincera que resulte en cumplimiento de su objetivo primario: la mejor atención posible de la salud de su paciente.
Así es.Ojalá este artículo tan claro y centrado nos haga reflexionar sobre nuestra actitud en el consultorio médico. Eso hará que los profesionales revelan su propia actitud.Gracias
Excelente artículo. Sabes que es posible intentar algo nuevo y que la vida no sea ¨con¨ sino realmente tu vida? , saludos. Néstor