De compras… cuando se convierte en una odisea

‒ ¡Estos zapatos no dan más! Ya fueron tantas veces al zapatero que creo que me podría haber comprado otros dos pares… ¡pero son tan cómodos!

Suelo caminar bastante de un lugar a otro, y es lo que elijo hacer cuando las distancias y los tiempos lo permiten. Generalmente prefiero usar zapatos chatos, y reservo los de taco alto para eventos especiales. Aclaro que los zapatos con plataforma no me gustan y me parece que son incómodos y hasta un riesgo para la integridad física cuando hay que caminar por veredas que no están en condiciones óptimas ni mucho menos (además, con mi altura realmente no los necesito).

Entre la moda y los precios me cuesta encontrar algo que me sirva y que me cierre. Cuando no me queda otra salgo a buscar zapatos. Camino y camino. Trato de seguir el consejo que siempre dan de probarse zapatos por la tarde porque los pies se hinchan a medida que pasa el día. Y siempre llevo las medias que correspondan en la cartera… ¡Pero gasto zapatos buscando zapatos!

Los zapatos que realmente me gustan son muy caros. Si el precio es adecuado, no hay mi número. A veces tienen alguna costura o tira que estoy casi segura me va a lastimar. No quiero pies con ampollas que pueden infectarse. Simplemente le tengo pánico a las lastimaduras en los pies.

Sigo caminando, mirando y probándome. Ya aprendí que si no los siento cómodos en el local es poco probable que con el tiempo me resulten cómodos (¿y con qué costo para mis pies?), no importa lo que diga el vendedor.

A veces abandono la búsqueda con la idea de retomarla un par semanas más tarde a ver si tengo más suerte. Y otras veces tengo suerte y aprovecho para comprar dos o tres pares del mismo modelo pero en distintos colores. ¡Me ahorrará tiempo y frustraciones más adelante!

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