‒ ¿Te gusta mi cartera nueva?
‒ ¡Lindísima!
‒ La enganché en una liquidación. Tenían en todos los colores, como ésta o un poco más chicas y arregladas. ¿Vamos juntas y te comprás una? Es acá cerca…
Mi amiga miraba con lástima mi cartera, bastante baqueteada por cierto, y sutilmente trataba de decirme que era hora de jubilarla. ¡Y tenía razón!
Yo miraba y admiraba su cartera nueva y mentalmente hacía cálculos: billetera y tarjetero (mejor no llevar todo junto), lentes de sol, lentes para leer, accesorios varios (llaves, birome(s), algo de maquillaje, etc.), celular, barritas, pastillas de glucosa, estuche con glucómetro y tiras, alcohol en gel, pañuelos, estuche con insulinas…
No había caso. Yo necesitaba algo un poco más grande.
El problema es que cuando las mujeres tenemos una cartera grande tipo bolso, todos los días le vamos agregando cosas (que se convierten en residentes permanentes) hasta llenarlas por completo y terminamos cargando un montón de kilos al hombro como si tal cosa. ¡Y después estamos 10 minutos revolviendo hasta encontrar lo que necesitamos!
Encontrar el tamaño “ideal” no es fácil, y obviamente depende de lo que esté de moda en ese momento.
Pero un problema aún mayor se nos plantea cuando tenemos un evento “arreglado” como ser un casamiento. Podemos dejar la billetera (y el tarjetero), los lentes de sol, los lentes para leer, la mayoría de los accesorios… pero el glucómetro y tiras reactivas, la insulina, y alguno de los suministros de emergencia ante una baja no se pueden obviar.
Todavía no encontré cartera de fiesta en la que quepan estas cosas y termino recurriendo a los bolsillos del saco de mi marido… ¡y a buscarlo por todo el salón si nos separamos para charlar con distintos grupos!
¿Cómo hacen los hombres que no usan ni saco ni mochila?