Hay días que están signados por la monotonía.
Hay días en que los valores de glucemia se vuelven caprichosos y permanecen en los mismos niveles sin responder a nuestros esfuerzos por modificarlos.
Hay días en que nuestra diabetes no quiere hacernos caso y se empaca.
Hay días en que encima parece hacernos burla, nos saca la lengua y se nos ríe en la cara.
Hay días en que la primera medición del día en ayunas se parece al pronóstico del tiempo.
Hoy la glucemia anuncia alta:
– Medición en ayunas: 161
– Corrección más insulina para el desayuno y un rato más en la cinta por las dudas.
– Medición a media mañana: 172
– ¿Espero un poco más o corrijo?
– Mejor espero porque hoy caminé un poco más…
– Medición antes de almorzar: 205
– ¿La insulina estará vencida? No, la insulina está bien.
– Corrección más insulina para el almuerzo…
Y así todo el día. Por momentos parece que quiere bajar, pero al rato se confirma que nada. La glucemia sigue clavada en el rango de 160-200.
Otros días el pronóstico dice “hoy te toca estar baja”:
– Medición en ayunas: 62
– Un poco menos de insulina para el desayuno y ¿hago cinta o no? Tengo que ir a hacer trámites y pasar por varias oficinas… Mejor hoy suspendo por las dudas y aprovecho a salir más temprano a ver si el día rinde (no hay mal que por bien no venga, ¿no?).
– Medición mientras espero una legalización: 57
– ¿Dónde están las barritas? Como una y sigo para entregar los documentos a unas cuadras de distancia
– Medición antes de almorzar: 68
– ¿Habré caminado de más? ¿Tendría que haber comido algo más que una barrita?
Y así todo el día. Por momentos parece que quiere acomodarse, pero al rato se confirma que nada. La glucemia sigue clavada en el rango de 50-70.
Hay días en que el nivel de glucemia con el que amanecemos permanece estático e invariable (o casi) todo el día, totalmente impávido e inalterable…