El Camino de Santiago es una peregrinación católica que, junto con Jerusalén y Roma, se convirtió en una de las grandes peregrinaciones de la cristiandad medieval. En la actualidad el camino es recorrido por caminantes y andadores de todo el mundo que, a pie, en bicicleta o a caballo, emprenden una experiencia que entremezcla la antigua devoción religiosa con la aventura, el conocimiento personal, y el disfrute de la naturaleza y la cultura.
Dicen que el camino te habla, y en mi experiencia así fue. Con el transcurso de los días y bajo la tenue pero persistente lluvia, me contó muchas cosas y me recordó otras tantas que a veces guardo en algún lugar “para otro momento”, ocupada en el ajetreo cotidiano de la vida.
En el camino se vive algo especial… y entre todas las cosas que se compartieron en este camino, también compartimos la diabetes. Pero nadie había venido a sufrir o a buscar consuelo por tener esta enfermedad. Todos buscaban superar sus propios límites, miedos, barreras… aprender más para gestionarla mejor. Ese rejunte de personas que habían empezado a caminar juntas un sábado, gradualmente se convirtió en el “todo” de nuestros días… durante unos días. No hacía falta preguntar para tender una mano, acompañar en silencio parte del camino, ofrecer una botella de agua, una pastilla de glucosa o un abrazo sin despegar sensores.
Los sentimientos que evoca el camino son muchos y se entrelazan en un círculo infinito… Admiración ante la fuerza de voluntad de algunos que no se dejaban amilanar por lo empinado de una pendiente o por saber que iban a la retaguardia, pero nunca rezagados. Cierta envidia e inmensa ternura al observar la sincronía de algunas parejas con muchos años de convivencia y una historia juntos evidentemente llevada a buen puerto. Alegría e ilusión al ver las parejas que el camino iba formando. Tristeza por las que probablemente no llegarían a ser… Pero al margen de las pequeñas historias personales y que cada uno recorrió su propio camino interior, yo disfruté el mío con estos amigos que con su mirada y un cálido abrazo encendían cientos de luces que alumbraron mi camino e iluminan mi vida.
Muchos reniegan contra la diabetes, dicen que la padecen y que la sufren… se concentran en la parte negativa que puede tener, pero creo que no existe nada que sea “todo malo” y uno corre el riesgo de perderse de disfrutar todo lo maravilloso que la vida puede ofrecer… si la dejamos.
Yo le agradezco infinitamente a mi diabetes estos amigos que me ha regalado, las noches de poco sueño y las largas y profundas charlas, el reconocimiento por el esfuerzo compartido y la ayuda para cargar la mochila cuando creemos que ya no podemos seguir…
Gracias a la Fundación para la Diabetes por el uso de sus fotos
Gracias Ana !! tu relato es conmovedor… humano… escrito con esa gran sensibilidad que emana de todo tu ser.
Gracias por estar en mi Camino… y gracias a la Diabetes pues ella fue el nexo que nos permitió comunicarnos y compartir este tramo de nuestras vidas.
La diabetes «no se padece» … se vive desde la experiencia personal… y yo le estoy muy agradecida por todas estas bendiciones que me llegan a través de ella. Abrazo grande peregrina de oro!!!